El trabajo que nadie ve pero del que todos queremos beneficiarnos, eso es la organización de un evento. Cuando asistimos y disfrutamos de conciertos, espectáculos y fiestas, cuando acudimos a eventos deportivos y somos partícipes de la cara amable y el retorno a casa con un gran sabor de boca, todo queda en un segundo plano.
La labor de diversos profesionales en muy diversos campos, pretende establecer un nivel de mínimos responsables en seguridad para todos los asistentes.
Desde el perro del acceso que inocente espera olfatear sustancias peligrosas, la cartelería que nos guía de un sitio a otro desde las alturas, la megafonía y la iluminación, pasando por los vigilantes, el personal de staff o los de la taquilla y el parking, todo, todo está pensado para que estés seguro, para que lo pases bien, para que nada moleste ni se interponga.
En el mejor de los casos, irás, disfrutarás, volverás y de nada te percatarás. Para los momentos difíciles, alguien habrá pensado en qué hacer ante las contingencias y te propondrá soluciones.
Desgraciadamente, a veces, habrán vendido más entradas, habrán bloqueado puertas, no escucharás los avisos por megafonía, estarás sola en rincones oscuros, aquella zona que parecía libre para escapar se convertirá en una ratonera, no habrá nadie que ayude a esa chica en silla de ruedas, nadie le contagiará del ritmo a ese amigo sordo que nos acompaña, o incluso no tendremos un desfibrilador a mano cuando sea necesario. Entonces, solo entonces, nos planteamos si estamos donde debemos o si acaso, quisiéramos estar en otro sitio.
Sé que suena agorero y dramático, pero las desgracias se suceden en cualquier momento y circunstancia. Incluso siendo profesionales y queriendo preverlo todo, surgen vicisitudes y problemas impensables. La labor de organización y el trabajo de previsión de aforo, unida a la experiencia de quien ha vivido y/o estudiado una y otra vez los casos más dolorosos y las actuaciones más nefastas, pueden ayudar a poner coto a errores comunes y falta de previsión.
Gracias a una Jornada excepcionalmente conducida por Anna Almécija, en la EPSEB de la Universidad Politécnica de Cataluña, hemos podido aportar desde este foro, las múltiples visiones y experiencias que, los profesionales de la seguridad transversales a sectores cada vez más implicados en estos eventos, demandamos de las organizaciones.
Soy consciente de que cualquier actividad que nos propongamos hoy en día, esta hiper-regulada y pasa por un sinfín de burocracia y gastos económicos, pero… a las pruebas me remito cuando hablo de desastres y desgracias que todos tenemos en mente. Bastante difícil es hacer frente a los imponderables, la climatología adversa, los accidentes ajenos que nos atrapan, las enfermedades súbitas, etc., para no dar importancia a temas aparentemente triviales.
Todos nos creemos capacitados para organizar mejor que nadie, somos de arreglar en una charla todos los males del mundo y de tener en nuestra mano el secreto de hacer cualquier cosa mejor que nadie. A mí me pasa, he arreglado el paro, el déficit, los pactos y la imagen internacional de mi país en cada conversación de bar; he curado enfermedades con infusiones de tila, he «creído» enseñar a conducir a Carlos Sainz, a volar a Castor Fantoba y a cocinar a Arguiñano; del entrenador de futbol de turno ni hablemos, los profesores de mis hijos y el del mantenimiento de la caldera de gas, ninguno tiene ni idea… En fin, soy el cuñado perfecto.
Usaré una frase muy usual en nuestras conferencias: Hay que ser más proactivo y menos reactivo.
La organización de eventos de cualquier índole, máxime cuando concentre a un elevado número de personas, y/o se desarrolle en un lugar confinado, cerca de zonas de riesgo, en ambientes de peligro inminente o con personas con sensibilidades o capacidades reducidas, etc., demanda por lógica del cuórum y concierto (nunca mejor dicho) de todos, y repito, todos, los que aporten en pro de la seguridad.
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